Un día me fui a Colonia del Sacramento. No hablé con nadie. Anduve en dirección opuesta a los montones de turistas que visitan diariamente la ciudad. Caminé por calles distintas de las que recorrí las otras veces que fui. Pensé en ese monstruo, la distancia, en ese otro monstruo, el tiempo, y en el peor de todos: el miedo. El miedo, que somos nosotros mismos. Saqué fotos. Y nada más.